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B. F SKINNER, UNA BIOGRAFIA*
20
de marzo de 1904, Susquehanna (Pennsylvania) 18 de Agosto de 1990, Boston (Massachusetts) Loreto Santé y Jaime A. Fernández
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*Fotografías cedidas en parte por la Fundación B. F. Skinner
LA FAMILIA DE SKINNER
Su padre, William Skinner era hijo de un inmigrante inglés y de la hija de un granjero del condado de Susquehanna, en el estado de Pennsylvania. Fue abogado, algo frustrado, que principalmente trató de alcanzar, aunque sin éxito, los sueños de grandeza que su madre había forjado para él. Su mayor orgullo radicaba en haber escrito un volumen sobre las leyes de compensaciones de los obreros, del que se llegaron a publicar cuatro ediciones.
Su madre, Grace Burrhus, era según palabras de Skinner, una mujer brillante y de ideas claras y fijas, famosa además por la gran lealtad a sus amigos. Llegó a escribirse con una amiga de la infancia, cada semana, durante setenta años. Le caracterizó de forma especial su preocupación por la buena imagen social de la familia .
Tanto su padre como su madre eran aficionados a la música (su padre tocaba la trompeta antes de casarse y su madre el piano), por lo que Skinner pronto se aficionó, llegando a tocar durante sus años de colegio en una banda de jazz, y desarrollando un gusto por la música clásica que contribuyó a que se convirtiera, en sus años adultos, en un gran amante de la obra de Wagner.
Cuenta Skinner que sus padres nunca le castigaron físicamente, tan sólo una vez su madre le lavó la boca con jabón por decir alguna palabra grosera. Su padre simplemente le informaba de las consecuencias que podrían devenirse si se le ocurría desarrollar una “mente criminal”, y su madre le solía recordar “que es lo que la gente podría pensar si no se comportaba correctamente”.
Aunque fue educado en un entorno religioso, principalmente protestante, a la edad de 12 años llegó a la conclusión de que no creía en Dios.
SU ENTORNO DE CRECIMIENTO
Considera el propio Skinner que vivió en un ambiente cálido y estable. Tenia un hermano dos años y medio más pequeño, que murió a los dieciséis años de un aneurisma. Era mejor en los deportes que Skinner y más popular en el colegio. Solía tomarle el pelo por los intereses que Skinner había desarrollado por las artes y la música. No era una relación especialmente buena, el propio Skinner relata que a la muerte de su hermano no se sintió muy conmovido, y que por ello llego a sentirse culpable durante un tiempo.
La ciudad en la que Skinner nació, Susquehanna, era una ciudad que había florecido a la sombra de una compañía de ferrocarril. Estaba enclavada en un valle verde, atravesado por el río del mismo nombre, en el que Skinner pasó muy buenas aventuras haciendo y deshaciendo con sus amigos. Era un chiquillo al que siempre le gustaba inventar cosas y construir cosas: cohetes, trenes, arcos, flechas, pistolas de agua, lanzas de bambú, diábolos, modelos de aviones que eran lanzados con gomas de plástico, cometas, etc. Llegó a crear con un amigo un sistema de flotación que separaba las bayas verdes de las maduras para después poder venderlas.
Una de las personas más relevantes de su infancia fue la Señorita Graves, hija del botánico del pueblo, además de único ateo. La señorita Graves era una persona de intereses culturales mas allá de los propios del pequeño pueblo. Fue una persona que a pesar de no coincidir siempre con las inquietudes del pequeño Skinner, le estimuló constantemente a indagar y profundizar en las cosas, así como a mantener una actitud crítica en la vida. Según Skinner, ella fue la responsable de que en la Universidad él optara por una licenciatura en filología inglesa.
LOS PRIMEROS AÑOS DE UNIVERSIDAD (1922-1926)
En 1922 ingresó en la universidad de Hamilton College. Se licenció en literatura inglesa y se diplomó en Lenguas Románicas. Relata Skinner que la cosa más importante que le sucedió en esa universidad fue conocer a la familia
Saunders, cuyo cabeza de familia era uno de los decanos de la universidad. Skinner fue tutor del hijo pequeño de éste y pasaba mucho tiempo en la casa de los
Saunders. Dean Saunders, la madre de familia, solía dar clase de violín a unas cuantas chicas, de una de las cuales se enamoraría
Skinner, pero todo quedaría en agua de borrajas.
En la casa de los Saunders se hacían tertulias que reunían a escritores, músicos y artistas. Lo que más apreciaba Skinner de esta familia es que habían sabido hacer un arte del hecho de vivir, algo que él pensaba hasta entonces que no era posible. Ellos suponían para él la puerta abierta a un mundo en donde lo convencional no tenía lugar.
Mas allá de la familia Saunders, Skinner nunca se sintió especialmente feliz en Hamilton. Sentía que no se ajustaba a ese tipo de vida. No le gustaban las fraternidades y no era bueno en los deportes. Como forma de combatir toda esta infelicidad y desajuste a este tipo de sociedad universitaria, se dedicó, junto con unos amigos, a hacer una serie de criticas, por medio del periódico de la universidad, acerca de la importancia que se le daban a los deportes, a atacar a algunos miembros del profesorado y a alguna que otra vaca sagrada dentro de la universidad. También optaron por hacer algunas bromas. Por ejemplo, un día con su amigo John
Hutchens, decidieron colocar carteles por toda la universidad y en las cercanías, diciendo que al día siguiente Charles Chaplin daría una conferencia en Hamilton
College, invitado por Paul Fancher, uno de los profesores de teatro, de gran prestigio dentro de la universidad. Como consecuencia, al día siguiente se reunieron en dicha universidad más de 400 automóviles, con sus pasajeros expectantes de escuchar las palabras del ya tan famoso comediógrafo. Como consecuencia de todas estas actividades, fueron avisados seriamente de que, o paraban este tipo de acciones y se tranquilizaban, o no obtendrían sus diplomas. Funcionó.
TIEMPO DE BÚSQUEDA
Las actividades que Skinner había desarrollado en Hamilton College, principalmente las relacionadas con la literatura, parecían dirigir sus pasos hacia una carrera de escritor. Ya había escrito, por aquel entonces, alguna que otra novela de carácter romántico e incluso poemas como el que a continuación transcribimos:
CONCUPISCENCE
An old man, sowing in a field,
Walks with a slow, uneasy rhythm.
He tears handfuls of seed from his vitals,
Caressing the wind with the sweep of this hand.
At night he stops, breathless,
Murmuring to his earthy consort
“Love exhausts me!”
El verano antes de su último año en la universidad había asistido a Middelbury School of
English, en Breadloag, Vermont. Allí conoció a Robert Frost, quien leyendo algunos de sus trabajos le animó a escribir, por lo que Skinner se decidió definitivamente a ser escritor. A pesar de la decepción que esta decisión le provocó a su padre, que quería que fuese abogado, Skinner se empeñó y logro de él un plazo de un año para ser capaz de hacer de la escritura una forma de vivir. Se sitúo en
Scranton, ciudad, de origen minero, a la que se habían mudado sus padres en 1922 y se construyó una pequeña oficina en el ático de su casa. Ese año fue un auténtico desastre para
Skinner, se sintió bloqueado y poco a poco se fue desmotivando. Escribió algunas cosillas en algunas revistas pero nada de gran relevancia o que le permitiera vivir, incluso acabó pensando que necesitaba ir a un psiquiatra. Ante su falta de producción propia, su padre le propuso escribir un libro, tarea que aceptó, sobre diversos acuerdos que trataban de reconciliar las posturas de los mineros de la antracita que en ese momento pasaban por una crisis. Sin embargo, no lo disfrutó ya que aquello no era el tipo de literatura que él había soñado escribir.
Durante este período la actividad social de Skinner se redujo mucho y se limitaba a pequeñas salidas con el doctor John
Fulton. Le solía acompañar a hacer las visitas a sus pacientes y , de algún modo, esto fue contribuyendo a que surgiera su interés por la biología y su vinculación a la conducta. Ya anteriormente se había sentido fascinado ante el libro de Loeb “The organism as a
whole” (1916).
Decidió irse a Nueva York, y pasar allí 6 meses, llevando una vida bohemia en Greenich
Village. Allí trabajó en una librería, sus amigos eran liberales e intelectuales, y casi todos los sábados por las noches solían tener alguna pequeña fiestecilla regada por un poquito de ginebra. En un principio, Skinner había pensado que su fracaso como escritor se debió a que no tenía nada que decir, pero más tarde se dio cuenta de que si tenía muchas cosas que decir, y muchas cosas que decir sobre el comportamiento humano, que era lo que realmente le interesaba, pero la literatura no era el medio adecuado para hacerlo, sino la ciencia. Alf
Evers, un artista, le facilitó la transición, diciéndole que “la ciencia era el arte del Siglo XX”. En aquel entonces, la ciencia relevante para estudiar el comportamiento humano parecía ser la psicología, pero, en aquel tiempo, Skinner solo tenia una vaga idea de qué era eso de la Psicología. Sin embargo, se decidió y en Otoño de 1928 entró en Harvard para estudiar Psicología.
HACIA LA PSICOLOGIA
Skinner relata diversas fuentes de influencia que le condujeron hacia la psicología. En un principio su interés por el comportamiento, tanto animal como humano. Sin embargo, el interés mas temprano que le orientó hacia la psicología, fue de origen filosófico. Después de la universidad leyó muchas de las obras de
Proust, todas las que se habían traducido al ingles, y muchas en francés. Esta lectura intensificó su hábito de auto-observación, y de tomar notas sobre las paradojas de la percepción y de la memoria. El mismo se sorprende cuando relata que debió ser su “suerte” la que no le convirtió en un gestáltico o en un psicólogo cognitivo.
El tema, de algún modo competitivo, que le salvó (y de ahí su suerte como él dice) fue, leer la obra de Loeb “Fisiología del cerebro y psicología comparada”(1900), la obra de Paulov “Los reflejos condicionados”(1927), y, finalmente, a Russell en “Filosofía” (1925), el cual dedicó una gran cantidad de espacio al conductismo de J. B.
Watson. De esta forma, Skinner se “enganchó” con el “conductismo” de Watson (1924-1925) y otra de sus obras “El Cuidado psicológico de los bebes y de los niños” (1928).
Ya estando en Harvard, en el departamento de psicología, en el que no encontró eco para ninguno de sus intereses, sí encontró un gran amigo y colaborador, Fred
Keller; de ambos decía Skinner que “Fred era el filósofo del conductismo mientras que yo era el que practicaba una ciencia cuya filosofía era el conductismo “. En sus primeros años en
Harvard, Skinner estaba fascinado por la experimentación, y el campo en el que mejor podía desarrollar ese afán era el de la fisiología; por esta razón, estuvo a punto de cambiar su orientación y abandonar la psicología para centrarse en este campo. Sin embargo, su amigo Fred Keller le animó para que fuera capaz de hacer ciencia dentro del departamento de Psicología. Skinner se animó y en una carta a
Saunders, su profesor de Hamilton College, le escribía que, a pesar de encontrar fascinante la fisiología, su verdadero interés estaba en el campo de la psicología y que permanecería en él aunque tuviera que hacer que el propio campo se ajustase a sus intereses y modo de investigar.
En Harvard comenzó el primer régimen de trabajo serio de su vida, consciente de que se encontraba bastante atrasado en un campo tan novedoso. Para que el lector se haga una idea:
Se levantaba a las seis de la mañana y estudiaba hasta el desayuno (alrededor de las ocho).
Iba a clases.
Luego al laboratorio y la biblioteca, sin mas de 15 minutos en todo el día que no estuvieran programados.
Estudiaba hasta las 9 de la noche y se acostaba.
Ni películas, ni obras, rara vez conciertos, alguna que otra cita y solo leía acerca de psicología y fisiología.
Este régimen lo mantuvo Skinner durante dos años. Y para el resto de su vida mantendría también un régimen constante de trabajo que consistirían en levantarse todos los días a las 5 de la mañana y leer / escribir durante dos horas, para después comenzar ya el día a día de las obligaciones cotidianas, fuesen las que fuesen en ese momento de su vida.
La vida en el departamento constaba generalmente de reuniones y coloquios semanales, poco estructurados pero siempre excitantes y desafiantes. Formaban parte de esos coloquios
Pratt, Beebe-Center y Murray.
Cuenta Skinner que cuando asistió a su primera recepción como alumno en
Harvard, se le acercó un viejecito (el profesor Whitehead, al que Skinner no conocía) que le preguntó sobre su formación pasada y, a pesar de no conocer a los profesores que le mencionaba
Skinner, Whitehead le dijo que “un psicólogo debería mantener siempre un ojo en la filosofía” a lo que Skinner contestó, envalentonado por sus últimas lecturas sobre B.
Russell, que era justo lo contrario “lo que necesitamos es una epistemología psicológica”.
En 1930, Skinner se sentía preparado para presentar su tesis sobre el concepto de reflejo; tras haber combinado dos artículos que había escrito anteriormente sobre el tema, se lo presentó a Boring que se mostró muy enfadado por el uso selectivo que Skinner había hecho de la historia del reflejo. Para Boring una tesis sobre la historia del reflejo debía ser bastante diferente, y le reconstruyó un nuevo borrador. Pero Skinner se mantuvo firme en sus convicciones y no modificó nada. Le presentó de nuevo el trabajo a
Boring, pero sospechando que Boring estaría molesto por los apoyos conductistas que había utilizado en el texto de su tesis, se lo presentó encabezado por una cita de Thomas Hood que decía así:
Owning her weakness
Her evil behavior,
And leaving, with meekness,
Her sins to her Savior
Boring aceptó el papel de “savior,” y la tesis de Skinner fue aprobada y leída en 1930-31. Skinner permanecería en Harvard hasta 1936. Los dos primeros años, con la ayuda de Crozier (uno de los profesores que más admiró y le influyó durante su estancia en
Harvard) y el apoyo de Boring, consiguió una beca del “National Research Council
Fellowship”; posteriormente, en 1933, entró a formar parte de la “Harvard Society of
Fellows” y se le otorgó una de las prestigiosas becas de esa sociedad que le mantuvo en Harvard hasta 1936. Durante todo este tiempo Skinner se recluyó por completo en el mundo de la investigación, todo lo demás, “el mundo de fuera”, había desaparecido de su campo de interés.
A pesar de estar tan concentrado en su trabajo, tuvo tiempo y oportunidad para conocer y enamorarse de distintas mujeres. A mediados de 1936 conocería a la que sería su esposa, Yvonne
Blue, con la que compartiría durante toda la vida una pasión común por la literatura. Se casaron en Noviembre de 1936, estando ya Skinner en la Universidad de
Minneapolis.
A dicha universidad llegó Skinner por recomendación expresa de Boring. Por aquel entonces ,el jefe del departamento de psicología, en dicha universidad, era Richard M.
Elliot, quién se aseguró de que la labor docente de Skinner interfiriera poco o nada con sus inquietudes y necesidades de tiempo y espacio relativas a la investigación. La experiencia en Minnesota fue relevante para Skinner en distintos sentidos. En primer lugar, la gente empezó a pedirle que hablara del comportamiento humano yendo, por primera vez, más allá de la propia experimentación de laboratorio. En segundo lugar, recibió mucho reconocimiento por su labor docente, lo que le permitió rodearse de los mejores estudiantes, 5% de los cuales continuarían sus estudios hasta obtener el doctorado. En tercer lugar, comienza a plantearse un libro sobre conducta verbal, asumiendo de ese modo el desafío que en 1934 le había planteado Whitehead y que consistía en tratar de explicar el lenguaje como un comportamiento. Aunque parezca mentira, escribir “Conducta verbal” le llevó a Skinner 23 años, ya que lo publicaría en 1957, siendo para el autor, sin duda alguna, su obra más relevante
En 1939, con el comienzo de la Segunda Guerra Mundial, Skinner tuvo la oportunidad de aplicar el condicionamiento operante a los sistemas de armamento. En una investigación financiada por el gobierno de los Estado Unidos, Skinner comenzó un proyecto (Project
Pigeon) para la mejora de los sistemas de guía de misiles. La idea principal era la de, mediante el condicionamiento operante, entrenar palomas para que guiasen
misiles. En 1942, la compañía General Mills se sumó a la financiación del proyecto y la universidad le concedió un año sabático para que se dedicara por completo al mismo. El proyecto iba avanzando pero surgieron dificultades técnicas, ajenas a la propia técnica de entrenamiento de las palomas, que hicieron demorarse el proyecto y sembrar dudas en el comité de defensa nacional que estaba actualmente financiando la mayor parte del proyecto. Además, la convivencia con investigaciones tecnológicas muy potentes que se estaban financiando también en ese momento como, por ejemplo, la bomba atómica, hizo que el proyecto de
Skinner, por el hecho de emplear animales en lugar de la tecnología moderna, pareciera más “raro” de lo que realmente pudiera serlo. Finalmente, a finales de 1943 se puso fin a la financiación del proyecto, aunque en el camino Skinner descubriría la versatilidad y utilidad de emplear palomas, en lugar de ratas, para el estudio del comportamiento.
También durante sus años en Minnesota, Skinner consolidó la formación de su familia con el nacimiento de sus dos hijas. El nacimiento de su primera hija
Julie, en 1938, encontró a una Ivonne Blue poco preparada para tal evento y provocó ciertas incomodidades en el matrimonio a la hora de repartirse los cuidados de la niña. En 1940, nace
Deborah, su segunda hija pero esta vez Skinner ya había puesto en marcha sus “habilidades de inventor” y había diseñado un habitáculo, con un cristal frontal transparente, cuya temperatura interior estaba regulada por un termostato y unos conductos de ventilación. Este pequeño aparato permitía que Deborah pudiera jugar en un lugar seguro, libre de aire contaminado o de cambios de temperatura, y concedía tiempo a sus padres para poder atender a otras actividades; de este modo se mejoraba tanto la calidad de vida de los niños como de los padres, afectando esta mejora también a la interacción entre ambos.
<../images/biogra1.jpg> Pronto, Skinner le vio la utilidad social y la posibilidad de extenderlo a otros padres. Tras diversos intentos acabó publicando un artículo en el
Ladies’ Home Journal, titulado “Baby in a box” que tuvo una rápida difusión. Por un lado, Skinner recibió muchas felicitaciones de padres que encontraban este aparato una idea estupenda e incluso varios intentos comerciales, llegándose a vender alrededor de 1000 unidades. Por otro lado, ciertas críticas tachando el invento de inhumano y acusándolo de tratar al ser humano como si fuera una máquina o un animal. Se puede decir, sin temor a equivocarnos, que la mayor parte de estas críticas provenían de personas, incluso profesores universitarios, que no se tomaron la molestia suficiente de averiguar las ventajas de este aparato y la forma de utilizarlo, y se dejaron llevar por los significados asociados culturalmente a la palabra “caja”.
En 1945 se traslada a la Universidad de Indiana, como Director del Departamento de Psicología. Por aquella época, Indiana era una de las mejores universidades preparadas para la investigación experimental. Durante este período, y en colaboración con Fred Keller y Nat Schoenfeld de la Universidad de
Columbia, organiza el primer congreso de análisis experimental de la conducta que actuaría como trampolín para la posterior aparición de “Journal of Behavior
Analysis” y de la “Association of Behavior Analysis”.
Estando ya en Indiana, terminó de corregir su novela Walden Dos, inicialmente titulada “El sol no es más que una estrella naciente”, que sería publicada tres años más tarde, en 1948, por la editorial MacMillan y a cambio de comprometerse a la escritura de un libro de introducción a la psicología, que acabaría siendo otro de sus obras más conocidas, “Ciencia y Conducta Humana” (1953). El proyecto de Walden Dos se gestó en una conversación con Hilda
Butler, amiga de el decano en la Universidad de Minnesota. Skinner le sugirió que sería una pena que todos los jóvenes que ahora volvían de la guerra se sumergieran de nuevo en la vida cotidiana de los EE.UU. (léase, buscar un trabajo, casarse, tener hijos, un coche, una casa, etc.) sino que deberían experimentar y buscar nuevas maneras de vivir. Hilda le animó a escribir sobre ello y a ayudar a la juventud americana a buscar esas nuevas formas de vivir. Pero, claramente, no fue sólo la ocurrencia de esta conversación lo que gestó Walden Dos, ya desde su juventud más temprana, Skinner se había mostrado interesado por diversos proyectos de utopía que se habían ido escribiendo a lo largo de la Historia, desde “la República” de Platón, “Utopía” de Thomas More, “Walden” de
Thoreau. En estos momentos, con el conocimiento que ya se iba acumulando sobre la ciencia de la conducta y la tecnología de la que se disponía, Skinner estaba seguro de que se podía construir un proyecto de comunidad que fuera realmente factible, cosa que no era tan probable atendiendo a los relatos anteriores. Skinner sólo pretendió mostrar en esta novela que la ciencia de la conducta no era sólo para las ratas y las palomas sino que era extrapolable al ser humano; que ya estábamos en disposición de proyectar un mundo en el que la gente fuera feliz, diseñando, mediante la colaboración y una distribución adecuada del trabajo, una sociedad en la que la gente dispusiera de una gran cantidad de tiempo para hacer todas aquellas cosas que le fueran
reforzantes.
Una de las anécdotas que cuenta Skinner acerca de esta novela, es que mientras escribir cada palabra de su tesis le llevaba dos minutos, Walden Dos, fue una experiencia totalmente diferente y fue capaz de escribirla en tan solo 7 semanas. Skinner consideró esta obra suya como una auto-terapia en la que estaba luchando por reconciliar dos aspectos de su propio comportamiento, representados por Frazier y por
Burris. Por una lado, diseñar una sociedad ideal, de acuerdo con los principios del aprendizaje y, por otro, no sentirse capaz de vivir en una sociedad así. A pesar de que Skinner consideraba esta novela como un posible experimento real, que podría convertirse en una de las aventuras mas dramáticas del siglo XX, se sentía ya demasiado mayor, y sus intereses estaban orientados hacia otros trabajos que permitieran incluso avanzar o mejorar los principios en los que se sustentaba Walden Dos.
Finalmente, esta novela tuvo una curiosa progresión en sus ventas y contribuyó a perfilar una de las novelas más polémicas de este autor “Más Allá de la Libertad y la Dignidad” (1971).
En Indiana, coincide también con J. B. Kantor, con el que tiene largos debates en el departamento sobre sus distintas posiciones, aunque parece que entre los dos no hubo un claro entendimiento intelectual, especialmente por parte de
Skinner. Según Verplanck, a pesar de estos desacuerdos, Kantor pronto reconoció que las investigaciones de
Skinner, si seguían la línea comenzada en Harvard y Minnesota, le llevarían a convertirse en el tercer interconductista conocido, después de él mismo y de Aristóteles. Skinner no estaba convencido de lo mismo pero sí reconoce explícitamente es su autobiografía que las semejanzas entre la postura de Kantor y la suya fueron mucho mayores que las diferencias.
En lo que respecta a su familia, Ivon, seguía sintiéndose infeliz en este mundo universitario, al igual que le había pasado en
Minnesota, aunque con la salvedad de que empezaba a disfrutar del hecho de ver a sus hijas crecer y participar más activamente en sus vidas. Además, y a pesar de este ambiente aburrido, Ivon Blue encontró en Indiana a uno de sus mejores amigos, que lo sería ya para el resto de su vida William
Verplanck, con quien compartiría muchos actos sociales y fiestas cuando Skinner tenía que ausentarse de la ciudad.
En 1947 regresó a Harvard. Durante este tiempo en Harvard estableció un laboratorio de palomas, en el que junto con Fester llevo a cabo una gran cantidad de investigación. Fue para Skinner “el punto más álgido en su historia de investigación”. Como él dice: “apenas pasaba una semana sin que descubriéramos algo excitante”. Él mismo reconoce que el éxito de su laboratorio en los años 50 y 60, fue en gran parte debido a muchísimos excelentes estudiantes graduados, sin los cuales no hubiera sido posible.
Entre 1956 y 1963, Skinner se embarca en uno de los proyectos más ambiciosos de toda su vida. Estimulado por las dificultades de aprendizaje de su hija pequeña Debbie y tras observar los ineficaces métodos de los que disponían los profesores en la enseñanza en general, pone en marcha su ingenio para aplicar las ventajas del aprendizaje operante a la enseñanza. Ahí comienza el diseño de una “máquina para enseñar” que con el tiempo irá perfeccionando hasta introducirla como instrumento de docencia en una de sus clases en la universidad. Pronto la idea se extiende y comienza a aplicarse también en institutos, en asignaturas como álgebra y gramática, con excelentes resultados. Las empresas comienzan a interesarse por la idea, entre ellas IBM y
Rheem, pero de nuevo la experiencia de Skinner en la comercialización de su invento, primero con IBM y posteriormente con
Rheem, es decepcionante, conduciéndole al abandono de cualquier esperanza sobre la posibilidad de revolucionar la enseñanza con estas máquinas.
A pesar de esta falta de éxito comercial, los trabajos de Skinner son pioneros en el campo que actualmente se conoce como “Enseñanza asistida por ordenador”. Es curioso como un hombre que era un experto en diseñar contingencias que controlasen el comportamiento nunca fue lo suficientemente hábil como para identificar y modificar las contingencias que controlaban los intereses comerciales de aquellas personas y empresas que en algún momento de su vida pretendieron comercializar alguno de sus diseños. Ciertamente, la experiencia decepcionante de Skinner en la comercialización de este último invento fue devastadora para él. Realmente había pensado que se podía revolucionar la enseñanza y, una vez más, pudo comprobar como el miedo a lo desconocido, la ignorancia y la mediocridad de quienes podían haberlo extendido hundía la posibilidad de mejora de la sociedad americana, esta vez en el campo de la enseñanza. A partir de este momento, Skinner se apartó por completo del campo del diseño social (aunque seguiría defendiéndolo en numerosos escritos) e incluso comenzó el aislamiento del departamento de psicología en
Harvard, del que no había recibido tampoco ningún apoyo. Este aislamiento se extendería hasta el final de sus días.
Entre 1968 y 1971, Skinner se embarca de lleno en la escritura de un nuevo libro, el más polémico y más criticado, “Más allá de la Libertad y la Dignidad” (1971). Ese mismo año aparece su foto en la portada de la revista Time con el subtítulo de “El ser Humano no se pude permitir la libertad”. A partir de ese momento, miles de estadounidenses leen su libro y Skinner se sitúa en el centro de un debate nacional sobre la libertad, y comienza a aparecer en algunos de los shows más importantes de la televisión. Además recibe miles de cartas, llamadas telefónicas, visitas y al menos tres invitaciones al día para dar conferencias en distintos sitios de los EE.UU. “Más Allá de la Libertad y la Dignidad” se había convertido en un best-seller y Skinner en un hombre famoso, conocido a lo largo y ancho de los Estados Unidos.
La tesis fundamental que Skinner postula en su libro es que el concepto de libertad es un concepto que ha de superarse, desecharse, ante las evidencias existentes sobre el comportamiento controlado y regulado por las contingencias ambientales que nos aporta la ciencia operante. De hecho, es únicamente mediante la aplicación de este conocimiento que podremos diseñar una cultura que supere las limitaciones y las aberraciones de la actual, una cultura diseñada de tal modo que los seres humanos sólo se puedan comportar a favor de la supervivencia de la misma. En este libro, Skinner critica también el concepto de responsabilidad, ya que tanto en cuanto los individuos estén condicionados para comportarse de modo favorable o desfavorable a la cultura, no se podrá decir que estén propiamente eligiendo esos comportamientos y que, por lo tanto, sean responsables de los mismos.
Muchas fueron las críticas que Skinner pudo recoger hacia su obra, procedentes todas ellas de muy distintos ámbitos: poetas, literatos, académicos, editores, público en general, etc. Skinner fue, poco menos que acusado de fascista y controlador, y de querer diseñar una sociedad para el enriquecimiento de unos pocos, aquellos que tuvieran el control. Se dijo que sus tesis eran retrogradas y un atentado contra los valores sobre los que se había construido la sociedad estadounidense. El libro de Skinner había tocado la fibra sensible de su sociedad: la libertad y la responsabilidad individual. Toda esta polémica se ve favorecida además por el hecho de que el libro aparezca en un momento histórico crucial en el que Estados Unidos estaba revolucionado y dominado por las protestas contra la Guerra de Vietnam, la lucha por los derechos de los afro-americanos, las mujeres, los homosexuales, etc.,... todos ellos defendiendo un mayor grado de libertad y dignidad para cada ser humano, y un menor control por parte de la sociedad y las instituciones.
Pero Skinner jamás escribió esa obra como un ataque sino como una defensa de la utilización del conocimiento que ya se poseía sobre el comportamiento humano, con el único fin de mejorar una sociedad cuyo futuro no se presentaba (ni se presenta) esperanzador para la supervivencia y el desarrollo de la especie. En palabras del propio
Skinner:
“But in spite of the scientific evidence that we are not in any way responsible for our
behavior, it is important that we should feel free and worthy, and I argued that by recognizing the scientific facts we could move more rapidly to a world in which people would feel as free and worthy as
possible. What lay “beyond” the freedom and dignity of the individual was the survival of the species
or, more immediately, of a way of life in which the potential of the species was more fully
realized”.
En los años 70, Skinner era ya un psicólogo cuya influencia era ampliamente reconocida. American Psychologist (1970), le citó como el segundo personaje, después de
Freud, con más influencia en la psicología del siglo XX. Pero ser famoso tenía sus ventajas y sus inconvenientes, estos últimos tales como que cuando iba a los congresos, muchas veces tenía que almorzar sólo porque nadie se atrevía a invitarle, adelantando un “no” por respuesta.
Skinner utilizó mucho el humor a lo largo de su vida. Se cuenta de él que en algún congreso apareció vestido de
Paulov, y en otro de ministro fundamentalista. También, en dichos congresos, le gustaba crear discusiones ficticias con su amigo Fred Keller (con quien nunca discutía) para animar un poco el ambientillo.
Con el tiempo su matrimonio se fue estabilizando y entrando en momentos mejores. Sobre todo, desde su llegada a Harvard ya que allí Yvon pudo desarrollar una actividad profesional de la que disfrutaba, como era ser guía del Museo de Bellas Artes de Boston. Skinner siempre le echó en cara que no se interesó por sus trabajos y ella que durante mucho tiempo llevaron una vida más bien aburrida. Sea como fuere, los dos permanecieron juntos hasta la muerte de
Skinner, y se las ingeniaron, sobre todo en Boston donde los recursos estaban más disponibles, para diseñar un ambiente familiar y social en el que cada uno pudiera encontrar sus propios refuerzos.
En 1974, Skinner se retiró de la Universidad de Harvard. A partir de ese momento, dedicó las mañanas, a leer la correspondencia, escribir y atender visitas; y las tardes a descansar plácidamente, dar paseos, oír música (sobre todo su compositor favorito
Wagner), disfrutar con las visitas de los amigos, visitar a sus hijas y, ahora también, nietas, etc.
Entre 1974 y 1984 editó su Autobiografía en tres volúmenes: Particulars of my
life” (1974), “The shaping of a behaviorist” (1979) y “A matter of
consequences” (1984). También en 1974 publicó “Sobre el Conductismo”, un libro cuyo objeto fue exclusivamente resolver de forma sencilla algunos de los principales errores y malentendidos que se habían ido desarrollando sobre el análisis de la conducta. También, llevando a cabo una recolección de artículos y trabajos, publicó tres libros: “Reflections on Behaviorism and
Society” (1978), “Upon Further Reflection” (1987), “Recent issues in the Analysis of
behavior” (1989)
A pesar de esta prolífica obra, los efectos de la edad se iban notando pero, como buen conductista, Skinner concentró gran parte de su esfuerzo también en diseñar un ambiente que le ayudase a contrarrestar dichos efectos. Las reflexiones que lleva a cabo sobre la forma de auto-gestionar sus propias limitaciones las pone de manifiesto en un libro que escribe junto a Margaret Vaughan en 1983, “Enjoy old
age”.
En 1971, tras haber finalizado “Más allá de la Libertad y la Dignidad”, sufrió un amago de angina. Además, ya comenzaba a presentar problemas de oído. En 1973 comienza con problemas en la vista, y ya en 1977 su ojo izquierdo era inservible y su ojo derecho había desarrollado un glaucoma, por lo que en conjunto había perdido más de la mitad de su campo visual. Y todavía hay más, en 1981 se le detecta un tumor maligno en el cerebro del que es operado, y posteriormente se le somete a radioterapia. En 1987 se cae en el sótano de su casa y sufre un grave hematoma
subdural, que provoca que tenga que ser intervenido en dos ocasiones para disminuir la presión craneoencefálica. Por último, en Noviembre 1989 mientras estaba en el hospital acompañando a su mujer, sufre un desmayo, y tras diversos análisis los médicos le comunican que tiene leucemia y le diagnostican 6 meses de vida. La comunicación de esta noticia final no afectó demasiado a
Skinner, como él decía “sabía que el algún momento me tendría que morir” Su única preocupación era cómo se lo tomarían sus hijas.
En los últimos años de su vida, Skinner estuvo especialmente preocupado con el avance de la psicología cognitiva, lo que suponía para Skinner un retroceso claro en la forma de abordar el comportamiento humano.
El 18 de Agosto de 1990, B. F. Skinner falleció en Boston, a los 86 años. Tan sólo 10 días antes había realizado una conferencia de 20 minutos (sin notas) en la sede de la APA en la que criticaba seriamente la corriente mentalista que volvía a surgir en la psicología.
Y hasta aquí la vida de una de las figuras, sin duda, más relevantes de la Psicología mundial. Skinner fue ante todo y por encima de todo, un hombre que creyó que el mundo, la sociedad en la que vivía, se podía cambiar y mejorar. Que no se cansó de repetir que ya teníamos en nuestras manos, por medio de la ciencia de la conducta, el conocimiento para superar algunos de los grandes males de nuestra época. Que las obras de Skinner no se han entendido, se pone de manifiesto desde el simple hecho de que aún a pesar de haber propuesto todo una nueva forma de vivir, de diseñar una cultura, se le haya acusado de ser un personaje de laboratorio, incapaz de desarrollar conocimiento para afrontar los problemas del día a día.
A Skinner se le puede cuestionar muchas de sus aportaciones, porque son superables y mejorables, pero se ha convertido, ya para siempre, en un punto de referencia fundamental para todos aquellos que quieran aproximarse de forma científica al comportamiento humano.
“Creo que el hombre debe planear desde ahora su propio futuro, y debe aprovechar las ventajas de la ciencia del comportamiento para resolver los problemas que necesariamente surgirán. El mayor peligro no es que la ciencia sea mal empleada por propósitos déspotas y egoístas, sino que los llamados principios democráticos prevendrán a los hombres de buena voluntad de usarlos en su beneficio, y esos serán momentos de tristeza.”
B.F Skinner
FUENTES QUE SE HAN UTILIZADO PARA LA ELABORACIÓN DE ESTA BIOGRAFÍA.
B. F. Skinner ... An autobiography. En E. G. Boring & G. Lindzey (Eds.), A history of psychology in autobiography (Vol. 5). New
York: Appleton-CenturyCrofts,1967, pp. 387-413.
Bjork, D.W. (1993).
B.F.Skinner: A life. New York: Basic Books, Harpercollins Publishers, Inc.
Desde aquí os invitamos a todos los que leáis esta pequeña biografía a que os aventuréis a conocer sus obras. Os aseguramos que no os dejarán indiferentes. Y si tenéis alguna pregunta o duda, podéis contactar con los autores de esta biografía en las siguientes direcciones de correo: Loreto y Jaime.